Psicología práctica y cotidiana
Nos cuesta mucho decir No,
pensamos cómo se lo tomarán
qué dirán,
si les molestará…
Y para evitar este malestar,
somos capaces de asumir la
más terrible de las consecuencias,
“el sacrificio”.
Me sacrifico por ti,
lo hago para que tú estés bien,
me siento obligado a hacerlo,
no lo decido yo.
Y “Encima que me sacrifico”
¿Qué obtengo a cambio?
nada.
Me siento mal,
porque tanto sacrificio
tiene efectos en mi salud,
y además me siento utilizado/a.
Todo, para que los demás no sufran.
¿Es necesario que sufra yo a cambio?
Y es que decir No es la solución,
en muchas ocasiones,
cuando no me siento bien haciéndolo,
cuando perjudica a mi salud,
cuando va en contra de mis valores,
y de necesidades personales…
¿Y cómo decir No?
Sin rodeos, sin justificaciones,
sin miedo, sin excusas,
simplemente NO.
No puedo.
No quiero.
No me viene bien.
No me siento a gusto.
Y la persona que lo recibe,
si es respetuosa, entenderá que cada uno/a
tiene su vida, sus sentimientos y necesidades,
y que tenemos derecho a elegir y decidir
cómo vivir nuestra vida.
Decir NO, a veces, es la solución,
para no sentirme obligado y mal a gusto.
Así cuando decida que SÍ,
será por convencimiento,
lo disfrutaré y haré disfrutar a los demás.
Feliz semana.
Dolores Rizo, Psicóloga.